Sucede casi todos los días. Llega a la farmacia una persona con dolor de garganta, fiebre, malestar general. "Deme un antibiotico", dice. El farmacéutico intenta convencerlo de que posiblemente no lo necesite, y que lo mejor es consultar a un médico, pero lo más probable es que se dirija a otra farmacia a que se lo dispensen sin la receta correspondiente.
No se ha obtenido todavía ningún antibiótico eficaz contra el resfrío común, la gripe y la neumonía atípica o producida por virus.
Esto no significa que los antibióticos no sean útiles en estos casos, pero solamente cuando haya infección bacteriana, y esto lo debe determinar el médico. Muchas veces éste se siente presionado por un paciente que pide antibióticos y no se conforma con el sabio consejo: "quédese en cama, veremos cómo sigue". Generalmente en 24 horas puede determinar si existe una complicación bacteriana o, como en el 95% de los casos, si no la hay.
Los antibióticos suelen provocar reacciones alérgicas que pueden ir desde una simple urticaria hasta llegar al "shock".
La primera dosis de un antibiótico puede no causar un daño aparente, pero si hay predisposición a la alergia (como en el 10% de las personas), en cuanto se ha asimilado un antibiótico cualquier dosis subsiguiente puede producir trastornos.
La penicilina es la que más reacciones alérgicas provoca, en cerca del 10% de los que la reciben. Es fácil deducir entonces que si se utiliza un antibiótico cuando no es necesario, existe la posibilidad de que no se pueda utilizar nuevamente por haber desarrollado una alergia al mismo, y así se pierde la oportunidad de poder usarlo cuando realmente se lo requiere.
Los antibióticos pueden alterar el equilibrio microbiano natural del organismo.
Miles de millones de hongos y bacterias se hallan siempre en la boca, la garganta y el intestino. Algunos de ellos son esenciales para el proceso digestivo; otros en el intestino grueso, elaboran algunas vitaminas indispensables. Aun los que no son directamenmte beneficiosos, dificultan el desarrollo de gérmenes patógenos al competir por los nutrientes necesarios para su multiplicación.
Los antibióticos matan selectivamente algunos de estos gérmenes útiles y trastornan el delicado equilibrio microbiano de la naturaleza. Pueden multiplicarse otros que encuentran el campo libre y se desarrolla una sobreinfección.
La penicilina puede favorecer el desarrollo de una forma de neumonía, y con las tetraciclinas puede producirse la colitis seudomembranosa, caracterizada por severa diarrea y fiebre.
La administración de antibióticos estimula el desarrollo de bacterias resistentes.
Cuando apareció la penicilina, eliminó en un santiamén forúnculos, infecciones óseas y enfermedades sépticas de la corriente sanguínea causadas por estafilococos; pero, al sucumbir los gérmenes sensibles, sobrevivieron y se multiplicaron las cepas mutantes, resistentes a la penicilina.
La estreptomicina pudo derrotar a estos tipos de estafilococos, aunque gradualmente también perdió su eficacia. Vinieron luego las tetraciclinas para salvar la situación. Y así se ha venido repitiendo el ciclo y hay una constante puja entre la formación de gérmenes resistentes y nuevos antibióticos capaces de destruirlos.
Debido al peligro creciente que significa la adaptación de las bacterias, desde hace tiempo se ha restringido el uso de algunos antibióticos reservándolos para combatir gérmenes resistentes.
Una de las razones que favorecen el desarrollo de resistencia es la interrupción del tratamiento "porque ya se siente bien". Siempre que le indiquen antibióticos debe seguir el tratamiento hasta el final.
Y la proxima vez que su farmacéutico se niegue a darle un antibiotico sin receta, no vaya a otra farmacia. Recuerde que lo hace por su bien.
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