Nuestra agudeza auditiva disminuye a medida que envejecemos, pero la rapidez con que esto sucede depende del desgaste que sufren nuestros oídos.
Exposición al ruido
Uno de los problemas de la civilización parece ser la existencia de un medio ambiente con demasiado ruido y que provoca una gran pérdida de la agudeza auditiva. Por ejemplo, los sonidos de 70 decibelios (el ruido de la calle de una ciudad), soportados durante 16 horas al día, pueden conducir a la sordera. Los sonidos de 85 decibelios o más percibidos durante períodos prolongados producen graves trastornos al oído humano.
No hagas ruido, que quiero escuchar
El síndrome de disminución gradual de la agudeza auditiva suele llamarse la "enfermedad del calderero", porque los primeros casos conocidos se dieron entre los hombres que remachaban calderas de metal. La causa de esta enfermedad es la intensidad del ruido.
La exposición breve a un ruido fuerte hace subir el nivel de la agudeza auditiva, de modo que los sonidos que se oyen después parecen más suaves.
Después de montar una motocicleta, el oído es menos fino de lo normal durante una o dos horas. Si el sonido es tan intenso que lesiona el oído interno, la pérdida auditiva es permanente.
Música "ensordecedora"
La "enfermedad del calderero" es uno de los precios del progreso tecnológico. Un estudio efectuado en varios niños y jóvenes en edad escolar demostró que entre el último año de la enseñanza primaria y el último curso de bachillerato la agudeza auditiva de estos individuos había disminuído notablemente. La causa pareció ser el hábito de escuchar música estridente, aunado al hecho de frecuentar ambientes, locales y gente ruidosos (como grupos juveniles y sus lugares de reunión). Los jóvenes que son asiduos concurrentes a conciertos de música de rock sufre un deterioro de su agudeza auditiva comparable a la de un hombre de sesenta y cinco años.
¿Somos realmente "civilizados"?
En cambio, un estudio de agudeza auditiva entre miembros de una tribu de Sudán demostró que, a los 60 años los nativos tenían tan buen o mejor oído que una persona "civilizada" a los venticinco. Los sonidos más intensos que oyen los sudaneses son sus propias voces, sobre todo cuando cantan y gritan sus danzas tribales.
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